La Puerta Verde

Por Roberto Ortega

Entradilla: En un rincón de Soria que responde al nombre de Matanza, Ana Carazo lleva ya siete años haciendo un vino de autora, La Loba y La Lobita, que ha logrado convencer al exigente mercado enófilo. Esta joven enóloga y viticultura está empeñada en recuperar viñedos de la zona y en apostar por el tesoro vitivinícola que alberga.

Este año La Loba y La Lobita estrenan bodegas propias en el pueblo

La puerta verde es la llave mágica que vincula el pasado, el presente y el futuro. Junto a esta puerta tenía la costumbre de sentarse su abuela materna y es un dibujo de ella, menuda, pero fuerte, el que ha elegido su nieta, Ana Carazo, para la etiqueta de su vino que, además, lleva por nombre el apodo que le dieron a su abuela paterna, La Loba, y que tiene también una segunda marca, La Lobita, que en este caso es como llaman en el pueblo, inevitablemente, a Ana. Esta treintañera lleva siete años en este proyecto, siete añadas de las que no queda ya ni una gota porque los amantes del vino han recibido con entusiasmo este caldo, salido de las viñas de Matanza de Soria.

Matanza es la típica localidad soriana que en verano se anima con la llegada de hijos del pueblo que habitualmente viven fuera. Todos se conocen, por supuesto, de modo que un paseo con Ana por las calles del pueblo en un goteo contante de holas y adioses.  En una esquina del pueblo hay un par de personas concentradísimas en sus teléfonos. “Es el único sitio del pueblo en el que hay cobertura”, comenta Ana. Otro de los

No es del todo cierto, porque por la zona de las viñas el móvil tiene más rayitas que en el pueblo. Lo comprobamos cuando visitamos los viñedos. Justo aquí comienza la denominación de origen, la Ribera del Duero, señala Ana, marcando los límites con un gesto de la mano.

Plantas Únicas

El proyecto de Ana Carazo nació con el objetivo de recuperar las viñas del pueblo que habían sido abandonadas hace años. “Yo empecé para que al viñedo antiguo de Matanza, de cien y doscientos años, se le diese un valor que no se le estaba dando. Son plantas únicas que dan al producto final autenticidad, que son de Soria y no de ningún otro sitio. Ya habrá tiempo más adelante para plantar”.

De alguna manera, Ana sabía que acabaría dedicándose al mundo del vino. Aunque no tan pronto. “Lo veía para cuando tuviera cincuenta años”, comenta entre viñedos. Y uno de los culpables de que ello es, ni más ni menos, que Javier Ajenjo, el fundador y director del festival Sonorama, que cada año revoluciona Aranda de Duero, gran tierra de vinos.

Ajenjo, hombre casi renacentista que abarca múltiples campos, tiene una bodega de nombre Neo, como el personaje de Matrix, y el padre de Ana distribuía sus vinos con su empresa. Y como Ana había demostrado querencia a marcharse de España (ya había estado en Nueva Zelanda), de alguna manera el padre y Ajenjo se aliaron, por decirlo de alguna manera, para que se quedara y comenzara la aventura de La Loba y La Lobita.

Recuerdos de cosecha

En las bodegas Neo se ha estado gestando el alma de La Loba y de La Lobita en las siete añadas que han salido al mercado. ¿Cuál es tu favorita?, le preguntamos. “La Once”, responde casi sin dudarlo. La Once es la cosecha de 2011: la primera de todas, la que inició la aventura. Porque resulta que cada cosecha tiene su particular evocación y se asocia con sus particulares recuerdos, que en el caso de Ana Carazo son nítidos y detallados: “Me vienen a la memoria todas las circunstancias de ese año”.

La cosecha de 2018, que se ha visto complicada por heladas tardías, va a tener también su lugar destacado en este diario mental (y sentimental) porque será la primera en la que el vino se haga en sus propias instalaciones, un paso muy importante en la consolidación de la marca. Para ello está acondicionando un par de locales en el pueblo.

En uno de ellos, que se está aislando con un material gris brillante y que parece una nave espacial, Ana descorcha una botella de La Lobita y brindamos por el futuro en compañía de los dos obreros que están acondicionando el local.

Quien esto escribe no es muy bebedor de vino ni, por lo tanto, muy ducho en el arte de envolver de calificativos un caldo. Por ello, tras degustarlo siguiendo algunas indicaciones de Ana, lo único que me atrevo a decir es que “está muy bueno”.

Buenas críticas

Así que llegados aquí es el momento de recurrir a San Google para que sean otros más expertos los que opinen. Por ejemplo: “La Lobita es un vino lleno de frescura, fruta golosa, diversión, alegría, boca envolvente y duradera, recuerda al vino del pueblo, a los vinos de siempre, a los de beber y beber”. O: “La Lobita nace de tierras sorianas para mostrarnos un carácter único y muy personal, un Tempranillo con un pellizco de Albillo, que fermenta en roble…”.

Y sobre La Loba encontramos cosas como, describiendo la cosecha de 2011, que como hemos visto es la favorita de Ana: “Potente, concentrado, marcando el aroma por su fruta y ligeras notas especiadas. Una boca intensa, con carácter, marcada por un tanino vivo y equilibrado, que con su elegante estructura te envuelve en una untuosidad agradable y fresca”.

La Loba y La Lobita son vinos de autora, mimados, que miran con respeto al pasado, se elaboran con enorme acierto en el presente y afrontan un futuro brillante.